4.1.06

IX

aquel verano había comprado un bote para cruzar el atlántico

lo seguiste porque ya estaba viejo, no era para tanto
a lo sumo daría algún paseo por el río
y se echaría al sol en algún pastizal de incógnito
(hay muchos terrenos abandonados cerca de las costas)
Un domingo, después de almorzar, la abuela se recostó en la hamaca del patio
aprovechaste para amarrar el bote al auto
con la idea de que a los viejos hay que darles ciertos gustos
y lo llevaste a navegar; tu abuelo era flaco
pero tenía concentrada la fuerza en los brazos
el bote se movía sirviéndose de su impulso
la maravillosa tarde te dejaba medio estúpido; la quietud, el silencio
ese pequeño vaso de vino le había trastocado los rasgos
permanecía parado en el extremo del bote para mirar antes el horizonte
orientaste tu cuerpo al cielo recostado sobre la carcasa de madera
que tu abuelo arrastraba por el río dibujando una rajadura en la corriente
de vez en cuando dejabas caer una de tus manos al agua, pero
como cuando alguien pincha un globo en una fiesta
y en un instante muy pequeño la dicha se anula
escuchaste chocar sus rodillas huesudas contra el tablón
enseguida se tumbó hacia un costado desestabilizando el bote
cayeron al río y la embarcación les quedó puesta como un sombrero
el impacto de su cuerpo al desvanecerse fue muy fuerte
lo sentías hundir sin reacción debajo tuyo, y arriba
buscaste el cielo a través del agua: veías el sol en una explosión de luz borrosa
Ahora pensás en la nave desintegrándose sobre la ciudad
quizás desde la tierra vean algunos puntos incandescentes
una nube de humo y cenizas que permanecerá en las alturas durante varias horas.





3 comentarios:

Acercandra dijo...

Me ha encantado. Imagenes poderosas, sin edulcorante. Se lee poca poesía de gente joven con tanta consistencia como la tuya.
Me ha encantado me ha encantado!!!
Alejandra

paula p dijo...

!

sigo leyendo

Anónimo dijo...

Estamos disfrutando de tus poemas en una lectura conjunta.

besos,

Gustavo y Silvia